Érase una Gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta ganancia no estaba contento,
Quería el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar al menor tiempo más tesoro.
Matándola y abriendo su vientre de contado;
pero, después de haberla registrado,
¿Qué sucedió? muerta la Gallina,
perdió su huevo de oro y no halló mina.
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante,
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos,
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones!