Congreso de los ratones

Desde el gran Zapirón, el blanco y rubio,

que después de las aguas del diluvio

fue padre universal de todo gato,

ha sido Miauragato

quien más sangrientamente

persiguió a la infeliz ratona gente.

Lo cierto es que, obligada

de su persecución la desdichada,

en Ratópolis tuvo su congreso.

Propuso el elocuente Roequeso

echarle un cascabel, y de esa suerte

al ruido escaparían de la muerte.

El proyecto lo aprobaron uno a uno;

¿quién lo ha de ejecutar?, eso ninguno.

—Yo soy corto de vista.

—Yo muy viejo.

—Yo gotoso, decían. El concejo

se acabó como muchos en el mundo.

Proponen un proyecto sin segundo;

lo aprueban; hacen otro. ¡Qué portento!

Pero ¿la ejecución? Ahí está el cuento.

Fábula de Samaniego

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