Cayó, sin saber cómo,
un Murciélago a la tierra;
al instante lo atrapa
la lista Comadreja.
Clamaba el desdichado,
viendo su muerte cerca.
Ella le dice: —Muere,
que por naturaleza
soy mortal enemiga
de todo cuanto vuela.
El murciélago grita,
y mil veces protesta
que él es ratón, cual todos
los de su descendencia.
Con esto, ¡qué fortuna!,
el preso se liberta.
Pasado cierto tiempo,
no sé de qué manera,
segunda vez le pilla:
Él nuevamente ruega;
mas ella le responde
que Júpiter le ordena
tenga paz con las aves,
con los ratones guerra.
—¿Soy yo ratón acaso?
Yo creo que estás ciega.
¿Quieres ver cómo vuelo?
En efecto, le deja,
y a merced de su ingenio
libre el pájaro vuela.
Aquí aprendió de Esopo
la gente marinera,
murciélagos que fingen
pasaporte y bandera.
No importa que haya pocos
ingleses comadrejas;
tal vez puede de un riesgo
sacarnos una treta.